El pasado sábado 17 de diciembre acudimos a Granada para asistir al concierto de despedida de 091 tras su año de resurrección. Segundo “último concierto” en la historia de esta banda que veinte años después de su primer adiós resucitó para volver a vivir sus días de gloria. Los que tuvo y los que no, los que mereció y los que quizás se les debía. Aunque tampoco tantos. Escuchando su repertorio está claro que la vida ha recompensado a 091 con algo que no todos tienen: canciones. Auténticos himnos que el público, sus seguidores incondicionales, se sabe al completo y que entonan una tras otra cuando asisten a sus conciertos.
El sábado 17 de diciembre de 2016 acabó brillantemente el sueño de la resurrección de 091. Hace no mucho tiempo ese regreso era sólo un deseo, casi imposible. A lo largo de este año, desde el Actual de Logroño hasta el cierre en casa, los cero han ofrecido lo mejor de ellos, su música. Esta vez, además, con muchas cosas aprendidas tras ingratas experiencias. Esta vez con las riendas en la mano han ido dando, concierto tras concierto, una auténtica lección de profesionalidad, de entusiasmo, de clase, de poderío.
Cuando conocimos la noticia del regreso de 091 decidimos elegir una fecha para verles de nuevo. No vamos a negar que teníamos ciertas reticencias, ya que más de un esperado regreso había quedado transformado en una patochada o en una simple y triste decepción. Así que buscamos en el calendario una, sólo una cita. Nos decidimos por la última. Si no estuvimos en aquel mítico “Último Concierto” de hace 20 años, esta era la ocasión perfecta. Nos resistimos a acudir a los conciertos más cercanos, en Madrid. Aunque también es cierto que las dudas nos dejaron sin entradas, ya que éstas volaban allá por donde 091 anunciaba su actuación. Pero esa fecha no se nos iba a escapar. Y así fue.
El sábado 17 de diciembre a las diez en punto empezó el concierto. El Pabellón de Deportes presentaba un gran ambiente y un lleno total. Los chicos no iban a estar solos. Ni nosotros. Impresionante el público, rendido desde el primer momento. Y la banda… pedazo de banda. Sonido perfecto, una perfecta iluminación, una puesta en escena como la que se merecía la ocasión. Y después de que la concurrencia calentara las gargantas con la música y las imágenes que aparecían en las pantallas, salieron a escena los músicos. ¡Qué derroche de pasión desde el primer momento! ¡Qué gran velada se anunciaba!
José Antonio, Pitos, llevaba unos días con una afonía canalla y nos temíamos lo peor, pero el tío aguantó como un león y sólo cuando habló, dirigiéndose al público, al allí presente y al que durante todo este intenso año les ha acompañado, su voz mostraba alguna fisura. Sin embargo, en cuanto había que cantar, allí estaba él, chulesco y equilibrista, figurín y estrella. Genial. A su lado Jacinto disfrutando con su bajo que se alargaba y retorcía para impulsar cada tema, tras ellos Tacho golpeaba con pulso firme cada uno de los latidos que daba vida a las canciones. Brutales los dos. A ambos lados estaban los “Lapidos”, Víctor y el maestro, José Ignacio. Sus guitarras gritaron toda la noche que allí estaba una banda de rock, eterna y poderosa. Soberbios.
Y así, el sábado 17 de diciembre de 2016, durante dos horas y media, fueron sonando algunas de las muchas buenas canciones que forjaron la leyenda de 091, el mejor grupo de Granada de todos los tiempos (y Los Ángeles) y uno de los más grandes que ha dado España. Un puñado de canciones que han sobrevivido al tiempo, al olvido, a la crítica musical hispana, a los medios de comunicación españoles, al márquetin patrio, a las compañías discográficas nacionales y a las modas universales. Un repertorio de canciones que se cerró con su primer impacto “Fuego En Mi Oficina”. Impepinable.
Cuando se encendieron las luces el relator de la historia había tomado nota, había visto lo visto y había apuntado en su cuadernillo de espiral gastado y sucio “algunas veces, segundas partes fueron buenas. Muy buenas”. 091 habían resucitado, sí, y finalmente les había llegado su hora, su último último concierto. Y aunque ya nunca haya más, han tenido la oportunidad única de llamar por segunda vez a las puertas del cielo y éste se ha abierto. Así que pasen mil años siempre se sabrá que hubo una noche en la que la luna salió tarde y que vimos escenas de guerra, que estuvimos en la calle y en la Torre de la Vela, que vivimos el siglo XX y que alguna vez Dios estuvo de nuestro lado.
Gracias 091 por avivar la llama del rock and roll.
Telón