El jueves 9 de junio se presenta oficialmente el segundo álbum en solitario de Lukah Boo, el alias tras el cual se encuentra un tipo simpático y muy divertido, un músico que adora las melodías y el pop, un cantante que cuida con esmero las armonías vocales y los dulces coritos, esos que convierten una canción en una golosina irresistible. Detrás de Lukah Boo está Tony, uno de los dos guitarristas de The Happy Losers y uno de los cuatro personajes más adorables del pop español de todos los tiempos.
Ya no queda nada más que añadir a la obra de los Happy, sólo resta disfrutar de lo hecho hasta ahora y de las esporádicas apariciones con las que de vez en cuando sorprenden y que tanto entusiasman a sus seguidores, sus fans. Una pena que los “haypelusa” se hayan convertido en una especie de adorable banda zombie, por lo menos hasta ahora, que viven sin vivir en ellos y no mueren porque no pueden. Sin discos, ni nuevas canciones y con solo eso, repentinas apariciones, conciertos/fiestas para satisfacer alguna osada petición o simplemente para asesinar al maldito gusanillo.
Pero los optimistas, incluso los pesimistas, también tienen motivo para obtener un poco de alegría de esta tragedia griega. Los cuatro siguen ofreciendo brillantes momentos musicales. Óscar está por ahí, tan pelocho y tan majete como siempre, colaborando allí donde le llaman, recientemente con los Happytónicos, esa especie de banda que se montó para la presentación del entretenido libro “Letanía de Abbey Road”, de Pablo Carrero. Pepe ya no puede dar más de sí. Lo mismo aparece tocando su bajo tan eficazmente como siempre por aquí, que produciendo estupendamente un disco de alto contenido pop. Sergio sigue enmascarándose tras su alias de Roger Sincero y colaborando a pecho descubierto con Javier De Torres. En ambos casos, una sobresaliente forma de continuar haciendo música. Y falta Tony. No falta, no, él también está.
Tony es Lukah Boo. Lo es desde que en 2012 nos entregó su primer disco en solitario bajo ese nombre. Aquel trabajo, titulado “Calidad De Vida” y publicado, ¡cómo no!, por Rock Indiana, entregaba doce canciones sin piedad. Doce muestras de talento y de una particular y cuidad forma de ver la música, el pop. Su pop.
Y ahora llega una segunda entrega en un álbum que se va a titular “La Sombra De Ayer” y del que ya tenemos un primer avance en forma de canción suprema, “Hamburgo”, que viene además con videoclip incluido. El disco se presenta oficialmente el jueves 9 de junio a las 21 horas en El Intruso, en la calle Augusto Figerora 3, en Madrid. Las entradas ya están a la venta en la web de Rock Indiana, www.rockindiana.com
Sobre esta canción, que es una pura delicia, nadie mejor que el propio Tony para contar su historia. Es esta:
El destino era Hamburgo pero yo estaba en el aeropuerto de Frankfurt. Solo. Bueno, sin nadie conocido alrededor. El Atlético de Madrid jugaba en pocas horas la final de la Europa League a 500 km de distancia y estaba esperando a dos amigos con los que compartiría el coche que nos llevaría al estadio.
El plan inicial era volar la noche anterior desde Madrid y salir la mañana siguiente hacía el norte del país pero en nuestras vidas se había interpuso el volcán Eyjafjallajökull islandés. Gracias a sus cenizas, un buen número de aviones europeos se quedaron sin despegar aquel día y entre ellos el que traía a mis amigos a Alemania. El mío no. El mío llegó. En hora.
Era ya noche cerrada cuando llegué. Cogí un taxi y me fui al hotel impersonal, barato y cercano al aeropuerto que habíamos reservado. Allí no había nadie, aparte de un tipo de pocas palabras que entre gruñidos confirmó mi reserva. Cerca de la recepción había una pequeña barra de bar que atendía esa misma persona. Mi habitación era mucho más deprimente que aquel bar de luces indirectas y colores recurrentes así que decidí bajar a tomarme una cerveza.
Me ha pasado antes que un bar me reciba con alguna guitarra somnolienta tirada en alguna esquina pidiendo a gritos ser tocada, pero nunca que esa guitarra fuese para zurdos. Dado lo insólito de la ocasión y mi lateralidad dominante, no pude dejar pasar la oportunidad. No había nadie, el huraño teutón no sabía de quién era el instrumento y le daba igual si lo cogía o no. Me puse a jugar con la guitarra mientras me tomaba la cerveza y del tirón salió una melodía que me parecía haber escuchado antes.
Vuelvo a la mañana siguiente. A ese lugar atestado de personas anónimas que es un aeropuerto. Mis amigos me habían jurado por teléfono tener plaza en un avión que les traería a Frankfurt esa misma mañana pero no parecía inminente. No tenía nada que hacer aparte de sentarme a esperar en mitad de un aeropuerto.
Me vino una sensación rara a la cabeza. De alegría y de tristeza al mismo tiempo. Melancolía lo llama la gente que entiende de esto. Estaban pasando demasiadas cosas alrededor entonces. Estaba en mitad de una aventura fantástica pero me sentía raro. Cansado. Triste sin motivo aparente para ello. Hacía pocos días que había mandado el master de Calidad de Vida y me dio por pensar que nunca más volvería a grabar otro disco. Pero me dio por pensar también que ese viaje a Hamburgo lo cambiaría todo. Que a partir de entonces todo se calmaría y que por una vez las cosas buenas vendrían a mí sin tener que ir yo a buscarlas.
Tenía una hoja de papel y la melodía de la noche anterior.
Así nació “Hamburgo”.
Así nació “La Sombra de Ayer”.